Meteoro Es un fenómeno luminoso consistente en un cuerpo celeste de apariencia estelar que se desplaza sobre el fondo del cielo oscuro, a veces dejando detrás una estela persistente. Su definición popular es la de estrella fugaz. Un meteoro no debe confundirse con un Meteorito, mientras el primero consiste en el fenómeno luminoso, el segundo es un cuerpo sólido más o menos grande que provoca el fenómeno luminoso mismo. Los meteoros más luminosos, que superan la magnitud estelar de -4m llegando hasta -22m, son habitualmente llamados bólidos o bolas de fuego. Los meteoros se forman cuando un meteorito que se encuentra en el espacio entra en la atmósfera terrestre y, por efecto de la fricción, se quema en las capas altas de la atmósfera. Habitualmente el cuerpo meteorítico, que está animado por una velocidad comprendida entre pocas decenas y 60 km/seg., se consume completamente entre los 80 y los 100 km. de altura: entre la estratosfera y la ionosfera. Los bólidos más espectaculares, cuya presencia puede estar acompañada por un estruendo debido al desplazamiento del aire, se manifiestan más abajo, hasta alturas de 1 00 km. En lo que respecta al origen de los meteoros, hasta finales del siglo XVIII muchos estudiosos pensaban que se trataban de fenómenos eléctricos interiores de la atmósfera; después las observaciones simultáneas de grandes bólidos desde diversos puntos permitieron, por medio de la triangulación, calcular el lugar de los hechos y descubrir que el cuerpo responsable de la estela luminosa provenía del espacio extraterrestre. En cambio, en lo relativo a la fenomenología de los meteoros, se debe distinguir entre lluvias anuaIes de meteoros y meteoros esporádicos. Las primeras se producen puntualmente todos los años, en un fecha precisada y cada una presenta características bien definibles: parecen irradiarse desde un cierto punto del espacio que es llamado Radiante, y tienen una frecuencia horaria, una altura donde se produce el fenómeno luminoso y una magnitu media bastante típicas. Las lluvias de meteoros anuales son aproximadamente una veintena y están rela cionadas con fragmentos esparcidos en el espacio por Cometas periódicos, o con los fragmentos residuales de procesos de planetogénesis. Los meteoros esporádicos, que no tienen una frecuencia periódica y que entran ocasionalmente en contacto con nuestra at mósfera, podrían ser en cambio el resultado de fragmentos arrojados muy lejos por colisiones entre asteroides. Es preciso subrayar que casi todos los meteoros presentan velocidades inferiores a las de fuga de nuestro sistema solar (42 km/seg.), lo que representa un prueba de su origen interno en el sistema solar mismo. Uno de los más famosos y popularmente conocidos enjambres de meteoros anuales es el de las Perseidas así llamadas por la constelación (Perseo) en la cual se encuentra el radiante: se produce en pleno verano, con un máximo de intensidad el 11 de agosto y of rece como media, unas 60 trazas meteóricas por hora. Sin embargo, las condiciones de observación de los meteoros varían de año en año según encuentre la Tierra una zona más o menos densa de partículas Entre las lluvias de estrellas fugaces más espectaculares verificadas en el siglo xx se recuerdan las Dracónidas del 9 de octubre de 1933, observadas en Europa con un máximo de 350 apariciones por minuto, y las Leónidas del 17 de noviembre de 1966, observadas desde EEUU con un máximo de 2.000 apariciones por minuto. Las observaciones de los meteoros se efectúan con diversos métodos. El más antiguo, el cual aún hoy recurren la mayoría de los astrófilos, consiste en la observación visual. Habitualmente se organizan grupos de observación formados por expertos conocedores del cielo quienes registran, en cada aparición, las coordenadas del inicio y el final de la estela luminosa, la magnitud aparente, la velocidad aparente, el color y otras características físicas. Los numerosos datos recogidos son sucesivamente transformados con adecuados métodos de cálculo, de tal manera que determinen las características del enjambre relativo a ese año. Otro método, al que recurren preferentemente los observadores especializados, es el fotográfico. En este caso se emplean máquinas fotográficas con objetivos de focales muy cortas, capaces de captar meteoros de pequeña magnitud y cubrir una amplia zona del cielo. También se emplea un obturador rotatorio que sirve para interrumpir la traza dejada sobre la película por el meteoro, y así poder calcular la velocidad. Con los métodos de observación radar es posible registrar las estelas de los meteoros incluso cuando el cielo está cubierto, y calcular con buena aproximación velocidades y alturas del fenómeno. Con los métodos de análisis espectroscópico se ha podido establecer que la mayor parte de los meteoros está originada por fragmentos de meteoritos pertenecientes a la clase de los Condritos carboníferos: meteoritos pétreos muy frágiles y fácilmente desintegrables. Desde un punto de vista estadístico, se ha calculado que el número total de partículas que cotidianamente chocan contra la atmósfera terrestre, dando lugar a meteoros de luminosidad mayor a 5m, es de aproximadamente 100 millones.