7.
Morella,
la bien fortificada
Los primeros pobladores conocidos de la comarca de Morella, hace unos 60 millones de años, fueron los grandes dinosaurios, tal como se recuerda en el Museo Tiempo de Dinosaurios, donde se exhiben restos de iguanodón. El hombre prehistórico pobló más tarde algunas cuevas y las decoró con pinturas rupestres. Ya en tiempos históricos, cuando el Cid pasó por Morella camino de Valencia en 1084, la villa contaba con un castillo inexpugnable que dominaba el entorno desde su emplazamiento rocoso a más de 1000 m de altitud. La población despertó a una nueva vitalidad después de que Jaime I la arrebatara a los musulmanes en 1232. El esplendor arquitectónico de aquellos tiempos nos legó las mejores dependencias del castillo (torre del homenaje, torre de la Pardala) y más de un kilómetro de murallas que ciñen en su totalidad el casco antiguo, defendiéndolo con sus catorce torres y permitiendo el acceso a él a través de seis puertas. Del convento gótico de Sant Francesc, que también se comenzó por entonces, queda un nostálgico claustro medio en ruinas y la sala capitular, en la que se ha restaurado una bella pintura del siglo XV sobre el tema de la Danza de la muerte. Monumentos emblemáticos de la Edad Media son también el Ayuntamiento gótico y la iglesia arciprestal de Santa María la Mayor, un lugar apto para el disfrute de los amantes del arte y también de los curiosos por su coro elevado al que se asciende a través de una escalera de caracol. La iglesia es escenario, durante el mes de agosto, de un Festival de Música Barroca.
Jaime I, el conquistador de la plaza, fue asimismo el que concedió a los comerciantes el privilegio de no pagar impuestos. De ahí arranca la tradición del mercado semanal, que todavía se celebra los domingos por la mañana bajo los soportales de la calle Blasco de Alagón, la más dinámica y señorial de Morella. Las casas solariegas de esa calle son quizá las más bellas.
También hunde sus raíces en la Edad Media la artesanía textil. Casi todas las casas de Morella contaron en su momento con un huso y una rueca para hilar y tejer la lana esquilada a las ovejas. Los productos elaborados han ido cambiando con el paso del tiempo y hoy predominan las mantas multicolores, las alforjas y las telas de calidad. Con toda probabilidad, también en la Edad Media se descubrió la abundancia en la comarca de las trufas, que condimentan platos tan típicos como el ternasco a la morellana o la gallina trufada.
En el siglo XVIII, el castillo de Morella se completó con el palacio del Gobernador y se hicieron algunas reformas en las murallas y en la basílica de Santa María.
 
Morella, con su imponente castillo al fondo

La villa de los museos

Además del museo dedicado a los dinosaurios y del que puede visitarse en la basílica de Santa María, Morella cuenta con otras dos exposiciones, llamadas Tiempo de Imagen y Tiempo de Historia, dedicadas al pasado de la villa.