7.
Ciutadella,
feudo de la aristocracia
Ciutadella (Ciudadela), la población más occidental de la isla de Menorca, fue en sus orígenes el poblado talaiótico de Jamma. Los cartagineses la llamaron Jammona y, después de la conquista para los romanos por Quinto Cecilio Metelo, pasó a denominarse municipio Flavium Iamonorum. Con la llegada del cristianismo fue sede episcopal, y ejerció la capitalidad de la isla durante la dominación árabe con el nombre de Medina Menurka. Comenzó a llamarse Ciutadella de Menorca cuando el rey Alfonso III el Liberal expulsó a los musulmanes. De origen árabe y medieval es el típico casco antiguo de la ciudad, que ostenta el nombre de Alfonso III en una de sus plazas más significativas. De ella parte la calle con soportales llamada popularmente Ses Voltes, un hervidero de comercios típicos, restaurantes y bares.
El momento más convulso de la historia de Ciutadella tuvo lugar en 1558, cuando 15.000 guerreros turcos la sitiaron durante ocho días, antes de arrasarla y de llevarse a todos sus habitantes para venderlos como esclavos. Los turcos destruyeron, entre otras construcciones, la muralla romana y árabe, que se reconstruyó en el siglo XVII para ser nuevamente demolida en el XIX. Como recuerdo queda la Contramurada, un paseo que circunda el casco antiguo, y los bastiones de Sa Font y del Gobernador. También resultó muy dañada la catedral, mandada construir por Alfonso III. Casi un siglo se tardó en devolver su esplendor a este edificio tan representativo del gótico catalán, que ofrece en la capilla de Ses Ànimes el primer ejemplo del barroco menorquín.
En el siglo XVII se vivieron epidemias de peste, plagas de ratas y peligros de piratas y bandoleros, pero fue sobre todo la época del enriquecimiento de la aristocracia menorquina. Las grandes familias comenzaron a competir entre sí mediante la construcción de palacios con amplios zaguanes, magníficas escaleras y espléndidos salones, de tal manera que el casco antiguo de la villa adquirió el inconfundible sello señorial que ha conservado hasta hoy. Las Fiestas de San Juan, cuando algunos de estos palacios se utilizan con fines públicos, constituyen el momento más adecuado para admirar tan magníficos edificios.
En el siglo XVIII, Ciutadella fue sucesivamente inglesa, francesa y española, y después experimentó una prosperidad ininterrumpida gracias a las manufacturas de calzado, a la bisutería y, últimamente, al turismo.
El puerto, por donde llegaron a la ciudad casi todos los peligros, sigue siendo un punto neurálgico, en particular los bares y restaurantes que ocupan hoy las pintorescas casitas de los pescadores y el pla de Sant Joan, escenario de algunos de los actos principales de las fiestas de san Juan.
 
La animada calle de Ses Voltes

Recorrido artístico

El paseo monumental por Ciutadella no debe dejar de lado la plaza des Born, rodeada de espléndidos edificios de distintas épocas, la iglesia barroca del Socors, el Museo Diocesano y el Museo Municipal.