home
***
CD-ROM
|
disk
|
FTP
|
other
***
search
/
Spanish Scene 2
/
SpanishScene2.iso
/
VARIOS
/
RELATOS
/
DIR_ISO_VARIOS
/
larena.txt.ISO
< prev
next >
Wrap
Text File
|
1997-02-13
|
8KB
|
173 lines
------------------------------------------------------------------
Boletin de El Libro de Arena
Tema: Cuento de Jorge Luis Borges (inspiro el nombre de este BBS).
Puesto o actualizado el 1 de septiembre de 1988
-------------------------------------------------------------------
Publicado por EMECE en Argentina
y por ALIANZA EDITORIAL en Espanya
EL LIBRO DE ARENA
-----------------
... thy rope of sands...
George Herbert (1593-1623)
La linea consta de un numero infinito de puntos; el plano, de un
numero infinito de lineas; el volumen, de un numero infinito de
planos; el hipervolumen, de un numero infinito de volumenes...
No, decididamente no es este, "more geometrico", el mejor modo de
iniciar mi relato. Afirmar que es veridico es ahora una conven-
cion de todo relato fantastico; el mio, sin embargo, "es"
veridico.
Yo vivo solo, en un cuarto piso de la calle Belgrano. Hara
unos meses, al atardecer, oi un golpe en la puerta. Abri y entro
un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Acaso
mi miopia los vio asi. Todo su aspecto era de pobreza decente.
Estaba de gris y traia una maleta gris en la mano. En seguida
senti que era extranjero. Al principio lo crei viejo; luego
adverti que me habia enganyado su escaso pelo rubio, casi blanco,
a la manera escandinava. En el curso de nuestra conversacion, que
no duraria una hora, supe que procedia de las Orcadas.
Le senyale una silla. El hombre tardo un rato en hablar.
Exhalaba melancolia, como yo ahora.
-Vendo biblias -me dijo.
No sin pedanteria le conteste:
-En esta casa hay algunas biblias inglesas, incluso la
primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de
Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un
ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente
biblias lo que me hace falta.
Al cabo de un silencio me contesto.
-No solo vendo biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado que
tal vez le interese. Lo adquiri en los confines de Bikanir.
Abrio la valija y lo dejo sobre la mesa. Era un volumen en
octavo, encuadernado en tela. Sin duda habia pasado por muchas
manos. Lo examine; su inusitado peso me sorprendio. En el lomo
decia "Holy Writ" y abajo "Bombay".
-Sera del siglo diecinueve -observe.
-No se. No lo he sabido nunca -fue la respuesta.
Lo abri al azar. Los caracteres me eran extranyos. Las
paginas, que me parecieron gastadas y de pobre tipografia,
estaban impresas a dos columnas a la manera de una biblia. El
texto era apretado y estaba ordenado en versiculos. En el angulo
superior de las paginas habia cifras arabigas. Me llamo la
atencion que la pagina par llevara el numero (digamos) 40.514 y
la impar, la siguiente, 999. La volvi; el dorso estaba numerado
con ocho cifras. Llevaba una pequenya ilustracion, como es de
uso en los diccionarios: un ancla dibujada a la pluma, como por
la torpe mano de un ninyo.
Fue entonces que el desconocido me dijo:
-Mirela bien. Ya no lo vera nunca mas.
Habia una amenaza en la afirmacion, pero no en la voz.
Me fije en el lugar y cerre el volumen. Inmediatamente lo
abri. En vano busque la figura del ancla, hoja tras hoja. Para
ocultar mi desconcierto, le dije:
-Se trata de una version de la Escritura en alguna lengua
indostanica, ¿no es verdad?
-No -me replico.
Luego bajo la voz como para confirmar un secreto:
-Lo adquiri en un pueblo de la llanura, a cambio de unas
rupias y de la Biblia. Su poseedor no sabia leer. Sospecho que en
el Libro de los Libros vio un amuleto. Era de la casta mas baja;
la gente no podia pisar su sombra, sin contaminacion. me dijo que
su libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la
arena tienen ni principio ni fin.
Me pidio que buscara la primera hoja.
Apoye la mano izquierda sobre la portada y abri con el dedo
pulgar casi pegado al indice. Todo fue inutil: siempre se
interponian varias hojas entra la portada y la mano. Era como si
brotaran del libro.
-Ahora busque el final.
Tambien fracase; apenas logre balbucear con una voz que no era
la mia:
-Esto no puede ser.
Siempre en voz baja el vendedor de biblias me dijo:
-No puedes ser, pero "es". El numero de paginas de este libro
es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la
ultima. No se porque estan numeradas de ese modo arbitrario.
Acaso para dar a entender que los terminos de una serie infinita
admiten cualquier numero.
Despues, como si pensara en voz alta:
-Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del
espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del
tiempo.
Sus consideraciones me irritaron. Le pregunte:
-¿Usted es religioso, sin duda?
-Si, soy presbiteriano. mi conciencia esta clara. Estoy seguro
de no haber estafado al nativo cuando le di la Palabra del Senyor
a trueque de su libro diabolico.
Le asegure que nada tenia que reprocharse, y le pregunte si
estaba de paso por estas tierras. Me respondio que dentro de unos
dias pensaba regresar a su patria. Fue entonces cuando supe que
era escoces, de las islas Orcadas. Le dije que a Escocia yo la
queria personalmente por el amor de Stevenson y de Hume.
-Y de Robbie Burns -corrigio.
Mientras hablabamos yo seguia explorando el libro infinito.
Con falsa indiferencia le pregunte:
-¿Usted se propone ofrecer este curioso especimen al Museo
Britanico?
No. Se lo ofrezco a usted -me replico, y fijo una suma
elevada.
Le respondi, con total verdad, que esa suma era inaccesible
para mi y me quede pensando. Al cabo de unos pocos minutos habia
urdido mi plan.
-Le propongo un canje -le dije-. Usted obtuvo este volumen por
unas rupias y por la Escritura Sagrada; yo le ofrezco el monto de
mi jubilacion, que acabo de cobrar, y la Biblia de Wiclif en
letra gotica. La herede de mis padres.
-A black letter Wiclif! -murmuro.
Fui a mi dormitorio y le traje el dinero y el libro. Volvio
las hojas y estudio la caratula con fervor de bibliofilo.
-Trato hecho -me dijo.
Me asmobro que no regateara. Solo despues comprenderia que
habia entrado en mi casa con la decision de vender el libro. No
conto los billetes, y los guardo.
Hablamos de la India, de las Orcadas y de los "jarls" noruegos
que las rigieron. Era de noche cuando el hombre se fue. No he
vuelto a verlo ni se su nombre.
Pense guardar el Libro de Arena en el hueco que habia dejado
el Wiclif, pero opte al fin por esconderlo detras de unos
volumenes descabalados de Las Mil y Una Noches.
Me acoste y no dormi. A las tres o cuatro de la manyana prendi
la luz. Busque el libro imposible, y volvi las hojas. En una de
ellas vi grabada una mascara. El angulo llevaba una cifra, ya no
se cual, elevada a la novena potencia.
No mostre a nadie mi tesoro. A la dicha de poseerlo se agrego
el temor de que lo robaran, y despues el recelo de que no fuera
verdaderamente infinito. Esas dos inquietudes agravaron mi ya
vieja misantropia. Me quedaban unos amigos; deje de verlos.
Prisionero del Libro, casi no me asomaba a la calle. Examine con
una lupa el gastado lomo y las tapas, y rechace la posibilidad de
algun artificio. Comprobe que las pequenyas ilustraciones
distaban dos mil paginas una de otra. Las fui anotando en una
libreta alfabetica, que no tarde en llenar. Nunca se repitieron.
De noche, en los escasos intervalos que me cedia el insomnio,
sonyaba con el libro.
Declinaba el verano y comprendi que el libro era monstruoso.
De nada me sirvio considerar que no menos monstruoso era yo, que
lo percibia con ojos y lo palpaba con diez dedos con unyas. Senti
que era un objeto de pesadilla, una cosa obscena que infamaba y
corrompia la realidad.
Pense en el fuego, pero temi que la combustion de un libro
infinito fuera parejamente infinita y sofocara de humo el
planeta.
Recorde haber leido que el mejor lugar para ocultar una hoja
es un bosque. Antes de jubilarme trabajaba en la Biblioteca
Nacional, que guarda novecientos mil libros; se que a mano
derecha del vestibulo una escalera curva se hunde en el sotano,
donde estan los periodicos y los mapas. Aproveche un descuido de
los empleados para perder el Libro de Arena en uno de los humedos
anaqueles. Trate de no fijarme a que altura ni a que distancia de
la puerta.
Siento un poco de alivio, pero no quiero ni pasar por la calle
Mexico.
Fin del boletin, gracias por leerlo.