Navarra es una denominación grande por extensión y por diversidad. En ella podemos encontrar desde viñedos de rasgos continentales, hasta zonas ribereñas de microclima moderado y benigno e incluso laderas montañosas ya en las estibaciones pirenaicas.
La extensa denominación cuenta con cinco subzonas, con una gran parte del viñedo en la zona sur de la comunidad autónoma. La costumbre usual de las bodegas es mezclar las uvas y mostos de distintas procedencias.
La garnacha tinta es la variedad de uva más significativa, con cerca de un 70% de la superficie total de viñas. En su buena vinificación y en la limpieza sencilla, amable y encantadora de su fruta basa su éxito el rosado navarro, el más célebre a escala nacional y que ha creado escuela en otras regiones.
La mayor parte de los tintos navarros son plurivarietales y combinan castas tradicionales, como la ya citada o el tempranillo, con las variedades internacionales que se comenzaron a aclimatar en los años ochenta. De entre ellas, la merlot es la que está dando los resultados más prometedores.
Los blancos tienen también importancia. La chardonnay produce algunos fermentados en barrica de calidad sobresaliente. Con la moscatel de grano menudo se elaboran magníficos vinos dulces y semidulces de corte moderno y notable personalidad en boca y aromas. Entre ellos está el Chivite Vendimia Tardía, quizá el blanco dulce español que más se aproxima a los de Tokaji, Rin y Sauternes.
Hay muchas otras marcas que se podrían mencionar además de Julián Chivite, gran gigante del vino navarro: Palacio de Otazu, Castillo de Monjardín, Ochoa, Príncipe de Viana o Alzania son algunas de las más destacadas.
Uno de los bodegueros más arriesgados y fiables de la zona produce en la actualidad sus vinos fuera de la DO y con el sello propio Ribera del Queiles. Se trata de Ricardo Guelbenzu que, por su papel histórico en la renovación de las últimas décadas y por la calidad intrínseca de su producción, merece ser citado aquí.
|
|
La histórica denominación Navarra, con su apuesta decidida por la modernización y sus cincos subzonas climáticas diferentes, ha pasado de producir los mejores rosados de España a ofrecer una variadísima gama de interesantes blancos, tintos y hasta dulces.
Situación geográfica y extensión: 15.900 hectáreas en la comunidad autónoma de Navarra.
Algunos términos municipales incluidos: Estella, Tafalla, Olite, Tudela.
Consejo Regulador: Rúa Romana, s/n. 31390 Olite (Navarra).
Variedades de uva: Tintas: garnacha, tempranillo, cabernet sauvignon, graciano, merlot y mazuelo.
Blancas: viura (macabeo), chardonnay, garnacha, malvasía y moscatel de grano menudo. |
|
|
¿A QUÉ SABE UN NAVARRA?
Los rosados resultan especialmente limpios y fragantes, con frescura medida. Evocan las mejores virtudes de la variedad garnacha con su toque amable y su boca tierna que recuerda las frutas rojas dulces, como la frambuesa y la fresa. Los blancos de chardonnay son vinos grasos, con potencia en boca y estructura. Su aroma cubre una gama frutal entre la lima, la manzana, el melocotón y el melón galia, con notas aromáticas a hierbas balsámicas y bastante frescura en boca y nariz. Los que fermentan en barrica se pueden guardar entre tres y cinco años y desarrollan, con el tiempo en botella, interesantes aromas a mantequilla y frutos secos tales como almendras y avellanas.
Los mejores tintos navarros tienen un equilibrio ideal entre la fruta y la finura, con una elaboración cuidada que se percibe en sus delicados aromas a roble nuevo y especias. Si incluyen garnacha de los viejos viñedos que jalonan la DO es posible distinguir en ellos tonos minerales delicados. El cabernet da rasgos balsámicos semejantes al eucalipto, potencia tánica en boca, un carácter ligero y levemente austero, con ecos a frutas negras como la ciruela seca y el arándano. Por último, el merlot aporta taninos aterciopelados y suavidad, volumen en boca y una sensación general de fruta, encantadora, entre mora y cereza, con notas de cuero y florales semejantes a la violeta. Según la proporción de estas variedades en cada vino, unas características estarán más marcadas que otras.
MARIDAJE
Los blancos de chardonnay tienen frutosidad y peso para acompañar menestras de verduras, espárragos blancos cocidos, pescados grasos o de sabor marcado (salmón, sardinas, brandada de bacalao) y hasta carnes blancas suaves o algún queso tipo vidiago, reblochon o livarot. Los fragantes rosados resultan ideales con la trucha de río, los platos de pasta o alguna ave, sobre todo en frío. Los mejores tintos admiten legumbres muy ilustradas (judías con perdiz), codillo de cerdo, cuchifrito, guisos de carne con tomate (ternera con pisto) o especiados (pollo al curry, tagine de cordero), algún plato de caza condimentado con frutas y, por supuesto, el rotundo queso autóctono de Roncal. Los moscateles de vendimia tardía, por su parte, necesitan una pareja no demasiado rotunda para expresar toda su complejidad y delicadeza. Son, pues, compañeros ideales de los postres ligeros y poco dulces de la alta cocina actual (escuela Adrià) o, en su defecto, de frutas exóticas, compotas, sabayones o tartas tipo tatin, simpre vigilando no pasarse con el azúcar. |
|