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Lentejas estofadas

Bien conocida ya en Egipto, también en Roma fue muy apreciada la lenteja. En los escritos de Virgilio y de Marcial pueden leerse alabanzas a la lenticula y Plinio y Apiano atribuían a esta legumbre efectos psíquicos sobre su consumidor, unas veces satisfactorios y otras maléficos. No es de extrañar que en nuestros días haya dos grupos bien definidos sobre las lentejas, los que las odian y los que no pueden vivir sin ellas. Vaya, lo del refrán: las tomas o las dejas.

Las lentejas son históricas: el obelisco que preside la plaza de san Pedro, en El Vaticano, llegó a la Roma de Calígula en un barco grandioso apoyado, con el fin de evitar que se agrietara, en sacas de lentejas. Y para mayor gloria, la propia Biblia le concede un puesto de distinción: ¡Esaú canjeó su herencia por un plato de lentejas!

Toda la legumbre de Castilla ha tenido buena fama, y la lenteja aún más. Tiene un alto valor nutritivo, es rica en hierro y fósforo y más digerible que las otras legumbres. Está la rubia castellana, lenteja grande con tonalidades avinadas y decoloradas, de Salamanca; la rubia de La Armuña, denominada «gigante de Gomecello», de color verde claro, grande, con mucha proteína; la pardina, llamada «pardiña franciscana o francesa», de tamaño mediano, muy suave, se cultiva en Tierras de Campos, Valladolid, León, Palencia, Zamora y Burgos; la verdina, de color verde amarillento, moteada de negro, indicada para purés y cremas; etc. De las grandes variedades surgen inmejorables recetas. Yo las he comido en ensalada, en puré, pero lo más castellano, y castizo, es cocinarlas tal y como queda dicho en la receta. Depende de la clase y la variedad, hervidas con agua adecuada, una hoja de laurel, tres dientes de ajo y un chorro generoso de aceite de oliva, no hay dieta que se le resista. Si las alegramos con un puñado colmado de arroz bomba hervido, obtendremos un plato de nombre medieval: moros y cristianos.

Tanto los vinos de la Ribera de Duero como los de Toro o El Bierzo son vinos tintos que acompañan perfectamente al plato de lentejas. Un plato potente enriquecido con los suculentos productos del cerdo, desde los pies a la cabeza.


Ingredientes. (para cuatro comensales)

- 1/2 kg de lentejas
- 1 cebolla grande
- 4 cucharaditas de aceite de oliva
- 2 rebanadas de pan
- 2 dientes de ajo
- 1 hoja de laurel
- 1 cucharadita de pimentón
- 1 ramita de perejil
- pimienta
- sal

Tiempo de realización: 1 hora

Receta

1. Limpiar las lentejas y ponerlas en remojo, en agua fría, la víspera por la noche.

2. En una cazuela, colocar las lentejas escurridas del agua de remojo, añadirles la hoja de laurel, un diente de ajo entero sin pelar y cubrirlas de abundante agua fría, sin sal.

3. Tapar la cazuela y dejar cocer, a fuego lento, durante una hora y media o dos horas, dependiendo de la clase de lentejas.

4. En una sartén calentar el aceite y freír 1 diente de ajo y las 2 rebanadas de pan, retirarlas de la sartén y añadir la cebolla picada; cuando empieza a dorar, echar el pimentón, teniendo cuidado de que no se queme. Revolver bien y verter sobre las lentejas.

5. En un mortero, majar el diente de ajo restante, el pan frito, el perejil, un poco de sal y pimienta. Machacar bien y desleír con 3 o 4 cucharadas de caldo de cocer las lentejas. Verter en la cazuela de las lentejas, mezclar, rectificar de sal y dejar cocer el conjunto durante unos 10 minutos.

6. Retirar el laurel y el ajo de las lentejas y servirlas bien calientes.