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Alicante
Cuando –en tiempos pasados– pocos vinos españoles eran conocidos en el mundo, ya los de Alicante contaban con fama por su color y fuerza. Tanta que durante el siglo XIX entraban en la preparación del vino de Burdeos para su exportación a Inglaterra y otros mercados de ultramar, como refuerzo de su estructura de cara al viaje. Fueron vinos que alcanzaron precios muy elevados y gran prestigio, especialmente el denominado fondillón, que fue llamado “vino de reyes” y muy apreciado en cortes como la francesa en tiempos de Luis XIV. El carácter vigoroso y la buena resistencia de los vinos alicantinos al viaje por mar los hizo favoritos en las expediciones de descubrimiento y colonización de otros continentes; tal vez fueran los pioneros en dar la vuelta al mundo. Los primeros viñedos de la región datan de épocas muy remotas. La climatología cálida y mediterránea favorece la maduración de las uvas y resulta idónea para la uva tinta monastrell, la más destacada tanto por superficie de cultivo como por el carácter y el vigor que aporta a los vinos.
Estas virtudes se volvieron en su contra y, durante el siglo XX, la producción de Alicante se decantó por un estilo más fácil y mucho menos interesante, si exceptuamos los blancos dulces de uva moscatel. La legendaria fuerza y color de sus tintos llevó a los bodegueros al método llamado de “doble pasta”, en el que los mostos de uvas sobremaduras fermentan con el doble de hollejos para conseguir un máximo de alcohol, color y extracto. Estos tintos exagerados se han vendido bien, aunque su mercado está hoy en descenso. En los últimos años hay un esfuerzo decidido en el sentido de recuperar las mejores virtudes de los tintos y rosados de monastrell y de los blancos secos y dulces de moscatel y otras variedades. Los nuevos vinos alicantinos tienen potencia con matices, bello color y un aroma frutal complejo y un poco dulzón. Algunos de ellos se cuentan entre los más notables de nuestro país, con una ventajosa relación calidad-precio. Como bodegas destacan Enrique Mendoza, Gutiérrez de la Vega y Bocopa en vinos de mesa y Salvador Poveda o Primitivo Quiles en fondillones.
La denominación tiene dos subzonas bien definidas: Alicante y La Marina.
 
Antaño famosa fuera de nuestras fronteras por sus tintos poderosos y sus fondillones, Alicante ha pasado por una crisis comercial y de identidad a lo largo de todo el siglo XX, de la que ahora está saliendo gracias al empuje de modernas bodegas que reivindican el sabor auténtico de las uvas locales monastrell y moscatel.
Situación geográfica y extensión: 14.870 hectáreas en la provincia de Alicante.
Algunos términos municipales incluidos: Alicante, Villena, Denia, Javea, Monóvar, Elda, Parcent, Calpe.
Consejo Regulador: Orense, 18, entr. izquierda. 03003 Alicante.
Variedades de uva: Blancas: merseguera, moscatel, airén, chardonnay, macabeo, verdil. Tintas: monastrell, tempranillo, garnachas tinta y tintorera, bobal, cabernet sauvignon, pinot noir, merlot.
¿A QUÉ SABE UN ALICANTE?
El Mediterráneo marca la personalidad de blancos, rosados, tintos y generosos. Son vinos con buen cuerpo, cálidos, en los que la madurez de las uvas se percibe como un toque goloso en boca, cierta calidez y recuerdos aromáticos a frutas muy maduras, confituras y mermeladas.
Los mejores blancos son los dulces de uva moscatel. Fragantes, con ecos a lichis y flores blancas como el jazmín y el azahar, tienen su mejor baza en su cremosidad y en su dulzor marcado pero medido y equilibrado con la acidez.
Los tintos de monastrell son vinos con cuerpo y carnosidad. Pueden recordar a los frutos negros en confitura y también a las frutas pasificadas como la ciruela y el higo. Esta variedad de uva posee una boca sabrosa e intensa, pero con un tanino aterciopelado y maduro, sin asperezas y con rasgos amables.
Hay esfuerzos para recuperar el legendario fondillón y existen ahora mismo varios estilos. Son vinos con bastante cuerpo y fuerza alcohólica que tienen crianza en barricas o botas de roble y que algunos consideran emparentados con los oportos tintos.
MARIDAJE
Los blancos secos alicantinos resultan muy agradables como vinos de aperitivo, con mariscos frescos o en conserva, e incluso con arroces marineros. Los rosados de monastrell tienen personalidad para aguantar desde un caldero de gallina hasta un gazpacho de mero, pero también irán bien con los aromáticos embutidos locales. Los nuevos tintos resultan excelentes con un buen mujol a la sal, guisos de carne y setas, caza menor o el tradicional arroz de la sierra con conejo y caracoles.
Respecto a los vinos generosos, los moscateles casan estupendamente con foie micuit, quesos azules, pastelillos, tarta de manzana o postres con yema tipo tocino de cielo. El fondillón, por su parte, es más un vino de reflexión, de larga charla de sobremesa, aunque admite algún bocado ocasional de frutos secos, pan de higos, queso tipo Gamonedo o La Peral, turrón, mazapán, hojaldre, mousse de praliné o café.